A GRANDES MALES, GRANDES REMEDIOS

A igual trabajo, igual salario.

Eso gritaban las sufragistas de los años 30, cansadas de ver cómo su trabajo, desempeñado en muchos casos en sustitución de sus maridos, destacados en el frente en La II Gran Guerra, era remunerado por debajo de su valor real.

Más trabajo, menos salario.

Eso grita el GILIPOLLAS de Díaz Ferrán a quién quiera oirle. El presidente de la patronal (que Dior nos pille confesados) se marcaba ayer esta pedazo de declaración en una comparecencia pública.

“Los trabajadores tienen que saber que para mantener su puesto de trabajo, el producto o el servicio que salga de su empresa tiene que ser competitivo. Si no se aumenta la productividad y si no se tienen los costes salariales adecuados, la empresa acaba cerrando y ese trabajador que quiere cobrar más al final no acaba cobrando más que el paro”

Aleluya, hermanos, cantemos todos aleluya, amén.

Al parecer, mientras gobierno, oposición, sindicatos, empresarios, trabajadores, parados, amas de casa y demás fauna (y flora) nacional e internacional se afanaban en encontrar una solución a la crisis, el hermano Díaz Ferrán tropezaba con el Santo Grial entre las quiebras de Air Comet y Marsans.

La solución a la crisis global que vivimos es muy sencilla: sólo tenemos que trabajar más, y ganar menos… y yo me pregunto… ¿todos?. Porque no podemos olvidar que esta verdad absoluta, sólo comparable a la esferidad terrestre, la pronuncia el hombre que ha quebrado dos empresas, dejando, en el segundo de los casos, a miles de empleados en la calle, y en el primero, a miles de empleados en la calle y a cientos de viajeros en el aeropuerto de Barajas, con las cuentas corrientes vacías, pero sin vuelo. Y esto, sin despeinarse, el tío… igual porque es calvo, claro. Y sin perder ni un euro de su(s) cuenta(s) nada, pero nada corriente(s).

Y encima a mi la sentencia en sí misma no me parece tan clarividente. De sobra es sabido que de las crisis se sale trabajando, y a nadie escapa el hecho de que, cuando hay poco dinero, los salarios no crecen.

O sea, que, a priori, podría funcionar… si no fuese porque, ahora que lo pienso, si los currelas dejamos de cobrar (o cobramos menos), pero los precios no bajan, no sé quién coño va a comprar nada de lo que se produzca, me da igual servicios que productos.

A no ser… a no ser que la idea de Ferrán sea que los empleados trabajen más cobrando menos, para permitir así que los empresarios ganen más trabajando menos, y sean ellos, esos pedazo de visionarios, los que mantengan la solvencia del mercado.

Si es que soy una ilusa.

Yo, que creía que la solución a la crisis pasaba por permitir –o mejor dicho, obligar- a los estados a controlar el mercado bursátil y financiero con leyes férreas contra la especulación.

Yo, que pensaba que la solución pasaba por reactivar el consumo (y reeducarlo) y creía que eso sólo se podía hacer bajando precios y subiendo salarios…

Yo, que en mi infinita estupidez esperaba que las empresas y bancos responsables de determinadas quiebras, dislates y timos pagasen sus fechorías…

Yo, esta menda lerenda, que consideraba que tal vez, sólo tal vez, los empresarios estarían dispuestos a recortar beneficios (ojo, que no digo a sufrir pérdidas, sino a ganar menos, pero ganar, al fin y al cabo) para poder mantener así los puestos de los trabajadores que cobran 700, 800, 1000 euros…

Yo, al parecer, soy una idiota integral de tomo y lomo. Y, por contra, el señor Díaz Ferrán es un visionario capaz de hacernos superar una crisis planetaria que no hemos provocado precisamente lo que cobramos un sueldo medio.

A igual trabajo, igual salario, gritaban las feministas de los años 30.

Menos salario y más trabajo, gritaba ayer el presidente de la patronal.

Menos gilipolleces y más mea culpa, deberíamos gritar todos los demás.

Hay que joderse con el visionario de los huevos, cómo han cambiado los gritos de guerra, madre mia.

SUENA EN MI I-POD: Mike Farris, Mike Farris, Mike Farris… desde que el viernes pasado viví su directo de la Sala Capitol no sé –ni puedo, ni quiero- escuchar otra cosa. Qué pedazo de voz, qué pedazo de sonido, qué directo, qué ritmo. Y pensar que iba a perdérmelo…


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