La Corte De Nicolás II, Alejandra Y OTMA

No es habitual que las películas de dibujos animados sean muy fieles en ambientación histórica a la época en la que se sitúan -ya que ni siquiera suelen ser fieles a la historia canónica- pero hay una pequeña excepción que es la Rusia de la película Anastasia. Comienza con la Rusia dorada de los Romanov (con trajes de estilo ruso y no occidental -luego habrá más trajes de corte-) amenazada por Rasputín y los bolcheviques. El starets, caracterizado con su larga barba de hombre santo de Rusia y esos ojos (que en la realidad eran claros) penetrantes así como por la ropa humilde que llevaba, pronuncia aquel presagio célebre en el que advierte a Nicolás II, a sabiendas de su caída, de que le seguirá en su muerte. Así es y la desgracia se ceba con los Romanov que acaban muertos pese a su belleza, su elegancia, su mala fortuna, la riqueza y grandeza de Rusia ya que, igual que el país, eran gigantes con pies de barro. 

¿Todos?

No. 
En Rusia, y por toda Europa, circula la leyenda de la hija perdida del zar que logró escapar: Anastasia.
El problema es que no se sabe dónde está.

Y, diez años después de la Revolución Soviética, comienza la verdadera historia. Con una Rusia atrapada en un sistema en el que abunda la miseria y la picaresca para sobrevivir. Es extraño el contraste entre los dos mundos: el pasado de los Romanov y el presente de Anastasia. Y eso es quizá lo más hermoso de la película.

Aparecen también el zar Nicolás II, la zarina Alejandra, el pequeño Alexei y Olga, Tatiana y María, bellísimas.

Pero también aparece París, la ciudad de la luz de entreguerras, con todo su encanto: Chanel, la nueva moda, la vieja gente, los emigrantes rusos que eran príncipes exiliados que vendían café o perfumes (o eran costureras en chéz Coco) pero también los criados que se hacían pasar por nobles y un poco de gente de mundo y del Paris-la-nuit.

Chanel.

Freud pierde el equilibrio ante una flapper descocada… las pulsiones del sexo, ya se sabe.

Monet y Josephine Baker que admira su cuadro del Moulin Rouge.

El Moulin Rouge y unos viriles remeros.

Las bailarinas del can cán.

Isadora Duncan bailando… ¡cuidado con la bufanda, Isadora, que luego pasa lo que pasa!

El pensador de Rodin.

La luna impresionista, las muchachas haciendo cabriolás sobre un avión y la torre Eiffel.

La Ópera de París.

Y el amor y los trajes de corte
Seguro que le gusta a Maribel.

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