Casablanca


Casablanca ha sido llamada una de las películas más románticas de todos los tiempos y, ha pasado a la historia del cine como la historia que va más allá de dos personas y en lo que nos convierte el amor.

Bajo el telón de la Segunda Guerra Mundial y traslándandonos al pasado peligroso de la Francia ocupada y la caída de De Gaulle, nos encontramos en los sensuales aromas de la Casablanca africana envuelta por un conjuro atemporal en el que el tiempo ha dejado de transcurrir y donde nadie es enemigo ni amigo, sólo cliente. O, eso nos dicen las apariencias.

Mientras el casino y el modo de vida que acaba en la perdición imbuye de un ambiente mágico al Casablanca de los desesperados. Al lugar a donde se llega para partir o para quedarse para siempre.

Al lugar donde polvo eres y, en polvo te convertirás.

Donde ellos murieron con la confianza de tu libertad.

Casablanca no es una de las más grandes historias de amor jamás contadas. Casablanca era una película que se rodó bajo el fundido de la nimia historia de amor de tres personas que perdía importancia por el curso de los tiempos y la importancia de la II Guerra Mundial en aquel momento.

Casablanca es la historia de la mujer que hay detrás de los hombres y los hombres que hay detrás de la mujer. De la lluvia en Marruecos y el destino del mundo en las manos de personas insignificantes devoradas por sus pasiones. En Casablanca, nadie se planteó nunca que Ilsa acabará con Rick pues, en los años treinta para el cine norteamericano, ningún director podía hacer que sus mujeres dejaran a sus maridos por otro hombre. Victor no podía morir para que el amor surgiese o resurgiese de sus cenizas y, poco importaba la esperanza de los personajes.


Pero, que las cosas tuvieran que ser como los directores esperaban no significa que lo fueran. Por eso, Casablanca es la historia de Rick e Ilsa. No es la historia de nadie más.


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