Clásicos

Ja. Vuelven las mujeres.
¿Se fueron alguan vez mis queridas?
Mis muy queridas damas nunca nos abandonaron.

Vinieron los rojos a Rusia. Y las damas se tuvieron que ir. Condesas, duquesas, de esas de las que Chanel decía que llevaban la piel como nadie, lustrosa, como si hubieran nacido con ellas, como si llevaran un saco de patatas viejas encima y no algo tan valioso, lujoso y elegante. Pero, se fueron. Pero no nos dejaron sin nada.
Vale. El príncipe que colaboró en la muerte de Rasputín se convirtió en amante de Chanel. Las damas eran costureras. Los condes porteadores. Las hijas bien eran modelos y enseñaron a Chanel muchas cosas.
Madame Gabrielle Chanel -Coco- se enamoró de Rusia.
De las pieles.
De sus mujeres.
Y Lagerlfed ha vuelto a enamorarse.
Ya se sabe. Los viejos amores siempre vuelven.
Porque la nostalgia…
Ah la nostalgia.
Viejos amores y viejas heridas.
Un poquito de alcohol.
Buen sabor de boca empapada de algo añejo a tragos lentos que deja la lengua pastosa y con un sabor a terciopelo que persiste en la cavidad bucal.
La piel alrededor del cuello. Abriga, templa la garganta y el corazón.
¿A quién le importa matar a una foca para vestir a una zorra?
Hay que joderse.
Ah, no no del todo, dice Lagerfeld que la piel es falsa.

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