Coco
Los aposentos de Coco Chanel son un elogio a su persona y a su efigie. Célebres son las instántaneas tomadas en ellos, donde se contempla a la dama, envuelta en negro luto o recostada sobre hermosos sillones, bajo el amparo de un biombo chino o envuelta en una disputa jovial entre ciervos. Madame reclina la cabeza en el brazo de un sillón o fuma mientras charla, sonríe con sus modelos o comparte confidencias sobre su colección con sus más íntimos.
Pidió alfombras del color de la tierra batida y un aroma a especies. Quiso astrolabios, miniaturas y esmaltes. Pidió sillones donde hundirse y perderse contando historias, librerías forradas en cuero y mesas lacadas en negro para apoyar el café o el opio, si se tercia. Quiso espejos donde contemplarse a sí misma y admirarse y vistas…
Quiso ventanas y jaulas que es lo que demanda siempre un ave por muy libre o muy encarcelada que esté. Vistas a París por donde paseba y al trajín de los viandantes. Mademoiselle quería ver mujeres que se mueven y caminan a pie en el ir y venir del día mientras ella espíaba desde arriba qué ocurría con su prole. Miraba, cruel y amorosa como una madre, desde arriba como quien ve sin juzgar los actos de sus criaturas y, al mismo tiempo, ve desde palacio, los calores y los tormentos.
Quiso arte y figurines, delicadas obras extranjeras, bastas incluso o exageradas. Poco francesas, poco civilizadas entremezcladas con esa cosa de niña frígida y seca de orfandad. Quiso dorado que es otra cosa muy de señorita meliflua que los domingos -y sólo los domingos Dios mediante- da caridad. Quiso algo glorioso y decadente y, espectacular.
Quiso bellos apolos esmerilados para entretener a sus venus. San Jorges alados para combatir dragones y brazos para abrazar a toda “su” cristiandad. Quiso jarrones con flores y mapas abiertos y libros ajados y cajas cerradas y puertas trucadas y trampas de mujer, de amante, de amada, de dama despechada, de águila y de ruiseñor, de gavilán y de gorrión…
Y quiso lo exótico y quiso lo propio.
Y quiso lo hermoso y lo presuntuoso.
Y quiso reuniones con Clemenceau y aires de Talleyrand en Europa. Y quiso absolutismo del bueno, del de antes, del de los zares. El de los huevos de esmalte y las coronas de diamantes, el de las manifestaciones que siendo tirano, te llaman padre.
Y, calmó sus excesos con el XVII francés. Barroco y extraño pero siempre patriótico. Hermoso y tranquilo y poco belicoso. Consenso quería la dama de los vestidos de telegrafista raquítica y los abrigos de pesca con red.
Y consiguió reinar…
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- Date:
- 12.12.09 / 8am
- Category:
- blogs de moda
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