Comprensión


Las mujeres a lo largo de la historia han estado constreñidas por la lencería, por el mundo de la moda, al que ellas mismas se sometieron y por el que fueron sometidas. Someter a debate si la moda sigue siendo objeto de sometimiento y si las torturas del mantra “para estar bella hay que sufrir” siguen arrastrando a las pérfidas y cándidas jovencitas que se acercan con deleite al mundo de la fantasía y el carnaval perpetuo donde los sueños son siempre realidad y un día uno levanta como adolescente y muere como femme fatale, es absurdo. Es una cuestión a la que nadie consigue abordar sin perder la objetividad y en la que si sólo tomamos el mundo Occidental probablemente obtendríamos un “tenemos lo que nos merecemos” que duele más que el ser esclavo de un ente misógino y machista que tiraniza al hemisferio femenino bajo modas absurdas, tacones imposibles y jaulas de pájaros.
La cuestión sobre el ¿por qué? es algo que tampoco podemos buscar ni comprender porque el mundo femenino en el que se han criado las mujeres las hace sonrojarse como barras de carmín encendido por unos zapatos que podrían entenderse como utensilios de tortura, en cambio, miran con recelo y desconfianza a una mujer musulmana que se cruza con una abaya . El por qué en cualquier caso también está lejos de nuestra comprensión. Podríamos hablar de intransigencia, simple tiranía o de un engranaje muy bien rodado que convierte en invisible y sospechoso lo que no se mueve al ritmo que marca.
Oscar Wilde dijo que “a las mujeres no había que comprenderlas, si no amarlas“.
Pero lo cierto es que a las mujeres las han tratado de conocer y comprender las mujeres. Madame Chanel decía que los hombres no podían diseñar porque las mujeres acababan pareciendo viles espantapájaros sacados de fantasías fetichistas masculinas o, si no de una visión afectada, incómoda y falsa que las hacía tambalearse al peso de las modas y de sus propias vanidades.
Pensar si las mujeres preferían la comodidad de Chanel sobre la elegancia extrema y la sofisticación que ofrecía Crhistian Di(eu)-Or es -probablemente- ser demasiado ingenuo. Las mujeres –generalizar no es exacto pero es más rápido !y divertido!- desean algo. ¿Cómo se activa el deseo? No lo sabe nadie. Pero da igual si uno se tambalea, si se pasa la noche apoyada, si al suicidarse no apunta a la cabeza por pura vanidad….
Da igual. Lo cierto es que las mujeres unas veces desean ser gráciles como aves en Chanel, otras veces desean ser orquídeas con reminiscencias de viuda negra de Dior pero siempre, siempre, quieren el poder.
Y ahí entra en escena Yves Saint Laurent.
Los secretos de alcoba son propiedad exclusiva de lo femenino. El poder, como la libertad y la felicidad, tiene nombre de mujer. Aunque sea un término más asociado a lo masculino. Porque el poder sabe a irracionalidad (la), a bondad (la), magnanimidad (la), justicia (la), melancolía (la), sociedad (la), fuerza (la) y a moda (La Moda).
¿Comprender qué?
Amar. Vivir.

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