Delicadeza

Es algo que sólo tienen las bailarinas, sin artificios. Y las niñas de ojos tiernos que miran al cielo mientras su globo se escapa. Es algo que uno no controla, que le sobreviene, que aparece, que se marcha y que es efímero
Christian Dior contrataba modelos casaderas de las que alguna le abandonaba cada temporada o por una alianza o por una canastilla. Yo cuando pienso en modelos -más allá de las walkirias de Versace– me imagino ninfas lánguidas que se deshacen en las sedas, en los creppes de sus vestidos en un pase privado.
Creo que la fuerza que tienen los desfiles actualmente ha erradico esa delicadeza, esa sutileza de los pases privados. Uno contempla la bailarina mientras la música sube el tono, su paso firme y seguro pero femenino, lánguido pero ligero y honesto, sobre todo honesto. Sincero. Reservado. Íntimo.
Porque comprar en Chanel es ser miembro de un selecto club.
Íntimo.
Porque intimidad, delicadeza en el trato y en el hacer, es lo que precisa el que compra la imagen que le van a ver los demás, que dice tanto de nosotros por cierto y que sella no sólo nuestro alma sino el exterior.
Intimidad tiene que ser contemplarla a ella.
Con el espejo.
En el sillón.
Y el corazón en vilo.

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