Destellos

Destellos del pasado.
De otro tiempo y de otro concepto de elegancia, de la fascinación de las diosas griegas, el concepto helenístico de belleza y el clasicismo siempre equilibrado y puro en formas y colores -al menos en el presente- con ese tono marmóreo tan característico del Pentélico, con ese mármol de Miguel Ángel de Carrara con el que lo mismo te saca un hombre -un rey- que una catedral a la vez y al mismo tiempo, que lo mismo te golpea el alma pidiendo una sílaba con el entrecejo fruncido y la maza en la mano que te vuelan la cabeza como si fueras Mariantonieta en vez de la Pietá con el hijo muerto entre los brazos fundiéndose en un abrazo que se deshace, que consuela, que se mueve como el de la Rondanini y en el que se entrega a un hijo al buen pagador de la tumba que era José de Arimatea. Con ese aire sereno y dignísimo de las mujeres de Leonardo que acarician un armiño entre sus brazos y te persiguen con sus ojos sobre un fondo que se extiende al infinito y una mueca que ha intrigado desde siempre a los seres humanos.
Y es que es una cosa de damas….
De captar el destello del aura.
La esencia.
Eso que vendría tras Miguel Ángel… la man(i)era.

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