EL DERECHO DE REINVENCIÓN

Reivindico el derecho de todas las personas a reinventarnos a nosotras mismas.
Constantemente.
A todas horas.
Porque nunca soy la misma, porque siempre soy otra, y nunca la que he buscado… aunque a veces es mejor así, eso es cierto.
Cené con una conocida hace unos días, y entre los entrantes y el primero, como siempre pasa entre amigas, repasamos una por una las vidas y milagros de todo nuestro círculo de amistades… hasta que recalamos en un amigo concreto.
Le conocemos hace años… de hecho, le conocemos desde siempre, pero hace unos años su vida dio un vuelco inesperado. Mi amiga se mostraba ahora asombrada porque, después de cierto tiempo sin coincidir con él, se había topado con un hombre algo “diferente”. Cosas que siempre le habían gustado, ahora no le apetecían, y sin embargo parecía encandilado con situaciones que antes no le habrían atraído en absoluto.

El mayor ejemplo de reinvención de todos los tiempo, Madonna
Para mi amiga, los cambios detectados eran fruto de la enajenación mental transitoria… para mi, son evolución.
Me asombró la sentencia tan clara que mi amiga emitió al respecto “ya se le pasará cuando vuelva a ser él”… pero ¿y si este es él? ¿Y si, consciente o inconscientemente, nuestro amigo ha decidido romper determinados paradigmas para probar cosas nuevas, o sencillamente para disfrutarlas sin tapujos?
Volví a casa dándole vueltas al hecho de que, en otros momentos de mi vida, yo misma me he reinventado por derecho propio, comenzando nuevos ciclos y terminando con los viejos, por reciclaje emocional, por necesidad imperiosa de motivación, por hastío personal, porque sí… ¿Fui juzgada tan duramente por esta amiga entonces?
Nunca me han gustado demasiado las etiquetas, y no creo en el “para siempre”, ni si quiera conmigo misma… porque yo no soy la misma que fui a los 15 años, ni, desde luego, la misma que era hace 5.
Sí, es la misma persona que en la foto de arriba… ¿o no?
Pero lo más curioso, al menos a mis ojos, de todo el asunto, es que nuestro amigo parece realmente feliz. Se le ve encantado, disfrutando de la vida… y sin embargo, esa felicidad parecía pasar a un plano secundario a ojos de mi amiga, como si el hecho de que él se hubiese reinventado la obligase a ella a reencontrar su sitio, a reubicarse.
¿Medimos nuestra vida, nuestra personalidad, nuestro espacio, en relación a la vida de los que nos rodean? No lo creo. Yo me he reinventado conscientemente al menos cuatro veces en mi vida, e inconscientemente unas cuantas más, seguro. Y en muchas de esas reinvenciones lo que buscaba era, precisamente, romper con el rol asignado desde fuera, reivindicar mi derecho a elegir mi yo.
A lo mejor la situación es precisamente esa: podemos dividir a las personas en dos grupos, las que se encuentran cómodas con el rol asignado en el contexto social, y se incomodan ante los cambios de ideas de los demás; y las que buscan un hueco personal y tratan de escapar de la idea preconcebida que se les ha asignado.
Las personas que se sienten cómodas siendo etiquetadas, y aquellas que prefieren fabricar su propia etiqueta… cada día una, si hace falta.
Por eso, después de darle muchas vueltas a la conversación del otro día, he decidido hacer público mi pequeño credo:
Creo en la reinvención de las personas, en la voluntaria y en la azarosa, en la que llevamos a cabo conscientemente y con esfuerzo, y en la devenida de los baches y caídas de la vida, no con menos esfuerzo.
Creo que todos nosotros tenemos derecho a inventarnos a nosotros mismos cuantas veces deseemos, a salirnos del carril marcado e incluso a dar marcha atrás si lo deseamos.
Creo que cada persona lleva dentro una santa y una pecadora, una madre y una hija, una buena y una mala persona. Nunca somos los mismos porque mi yo de hace un minuto ya es viejo para el del minuto que viene.
Y creo que todos tenemos el derecho y el deber de encontrarnos a nosotros mismos a lo largo de nuestra vida, tantas veces como nos sea necesario. Encontrarnos, perdernos, buscarnos y rescatarnos. Una y mil veces. Porque mi yo de hoy ya no se acuerda de cómo rescató al yo de hace cinco años.


SUENA EN MI IPOD: La Vida Empieza Hoy”, de Sergio Dalma. Porque seguramente no os imaginabais que escogería jamás un tema suyo… de hecho, ni yo lo imaginaba. Porque este pasado lunes actuó en Coruña, la escuché por sorpresa, y recordé de repente lo bien que me hacía sentir este tema hace miles de años. Porque la letra explica perfectamente la conclusión a la que he llegado tras escribir este artículo: la vida, siempre comienza y termina hoy.

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