Francia, Verano y Chanel

Un trío perfecto, probablemente.
Y más para un crucero por el Mediterráneo, con el mar azul, las servilletas de hilo, las sillas rojas, el café negro mojado con unas gotas de leche y el cielo despejado.
Una combinación insuperable con un desfile en el que fallan muchas cosas.
Aún así, lo que Karl Lagerfeld debería enseñarnos es más de esto:
Jovencitas descalzas por la ciudad, libres, frescas, juveniles, alegres y sencillas.
Vestiditos blancos, pamelas, faldas de lunares, blusones estampados, cadenas largas, bolsos hippies, cestas de Jane Brikin, vestidos de punto de seda y sonrisas.
Sonrisas a los socorristas, a los botones, a los camareros y dejarse llevar.
Qué díficil es dejarse llevar.
Y no es sólo para Karl.
Eso es el sur de Francia.
Un ser y no un existir.
¿Cómo?
Fluir…
Como la gasa y la vida.

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