Golondrinas

Lo reconozco. Tengo debilidad por mis francesas (no las francesas en general sino mis francesas en particular). Las francesas sólo precisan de una excusa. Una excusa para ser encantadoras y deliciosas. Caminan al ritmo de la música que resuena en sus cabezas y son una especie de chanson francesa al infinito.


Lo fenomenal de París es el verano. Las francesas conviven con turistas y parecen pajarillos. Cuando celebran la Toma de la Bastilla, el 14 de julio, las francesas sacan su mejor traje y ellos tienen ese aire despreocupado y concentrado en sus amores y sus pasiones. La fiesta en París se celebra en barcazas en el Sena, con farolillos de papel y flores en las esquinas.


En realidad el verano no tiene nada de excepcional si uno no piensa en las posibilidades que da. De París se puede ir al Norte, a la zona de los impresionistas, y ver los campos azules con el sol bajo, la piedra entre húmeda y sedienta de sol y ver el estilo del Norte de Francia que es más sencillo, más azul… El Norte de Francia es de color violeta.


O se puede ir al Sur que es de color rojo amapola. Y ver los campos de trigo, de flores, de espigas… Ver las estrellas reflejadas en los campos cálidos, trabajados por los guardianes del centeno, las golondrinas, los trazos de los gorriones negros con sus sombras sobre el suelo saciado de sol…


Normandía queda prácticamente al lado de París. Son jardines de invierno, flores de color carmín, rojo, fresa, menta. La llegada a la estación y el desembarco. Los gloriosos, los primeros y los últimos. Las playas dc arena blanca con el cielo cargado en gris. Abrigos de lana, chaquetas marineras y camisetas de rayas. Viejas historias de pescadores, de damas que no aparecieron, de escritores románticos y de largas tragedias.

Eso de Moliére que dice “morimos una vez… durante mucho tiempo“.

En cuanto al resto de Francia, incluso los que se quedan en París, sencillamente sólo se puede decir lo que dijo George Sand “amad“.


Hay que amar el calor asfixiante de París cuando se torna bochornoso por la lluvia, el cielo cuando se llena de rayos sobrecogiendo a los parisinos atormentados y a los turistas que creen que París es todo encanto. El cielo oscuro se encapota justo encima de la Torre Eiffel y parece la noche propicia para los enamorados…


Para los primeros besos, los primeros encantos, los primeros deseos

Y sin jaula.


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