Grace

En el 56 se casó Grace Kelly. La princesa de Hollywood se convirtió en Princesa de Mónaco y aquello que dijeron de ella “si hay algo que sabe hacer es llevar un vestido”, se convirtió en verdad. Grace Kelly para mí vive congelada en Atrapa a un ladrón, la verdad. Es la hija de un millonario, atraída por lo prohibido, que conduce como una loca por las carreteras de Mónaco, toma el sol y palpa la felicidad y la infelicidad al tiempo, es más inteligente de lo que parece y al tiempo es impulsiva y es una revolucionaria del corazón y una enamoradiza… maravillosa en medio de la elegancia, el cielo azul, el mar vibrante y Hitchcock, pollo y Cary Grant con quien, por cierto, siempre se besa y luego hay fuegos artificiales.

En Mónaco con Robbie -él Gato-, Grace le cuenta que “no lleva joyas porque no le gusta tener nada frío en la piel”. Debía ser verdad porque Grace rechazó ser la esposa del Sha de Persia pese a que le regaló bellísimas joyas y a que tenían una relación pública. Cary Grant siempre dijo de ella que era una gran actriz y que lograba ser ella misma en pantalla, simplemente se interpretaba a sí misma que es cuando se ve la talla de un actor, según dicen -oigan-.

Para mí, la noche de bodas de Grace Kelly está en su villa de Mónaco. A punto de descubrir dónde está el pájaro enjaulado y dónde la libertad del pájaro que escoge libremente su jaula y, bueno, también está, como el ladrón de joyas, cazando marido o… lo que se tercie. Aunque, eso no quita que Grace Kelly tuvies casi una boda (con Oleg Cassini), una boda que la dejó “prácticamente casada” con Rainiero -la civil- y la boda religiosa con Rainiero. Probablemente, uno de los enlaces más famosos del mundo junto con el de Lady Di quien, por cierto, la conoció. A su enlace civil, Grace llevó un vestido confeccionado por la modista de la Metro, Helen Rose, en encaje rosa antiguo de Bruselas comprado a un museo europeo.

Precisamente era su educación prusiana completamente germana la que hizo de ella una musa para Hitchcock que la encontró turbadora, de fuego cuando parecía de hielo y completamente fascinante. Grace dijo que deseaba ser recordada como alguien “decente” aunque en su trayectoria personal contaba con diversos escándalos por su apasionada vida amorosa que fue descrita por Zsa Zsa Gabor (ésa que los Borbones se trajinaban sin saber que había que pasar por caja- como más intensa en un mes que la suya a lo largo de la vida. La bella Kelly leía Bazaar con James Stewart (no pudo ser Grace) pero hacía bromas fuera de guión con Grant, se enamoró de Holden, persiguió a Clark Gable, fue amante de John Kennedy (Jackie nunca se lo perdonó), de Khan antes de que se casara con la bella, bellísima y lo siguiente Rita Hayworth y de Tony Curtis, Gary Cooper o Bing Crosby. Justo antes del matrimonio con Rainiero, estuvo prometida con Oleg Cassini -naturalmente el diseñador de Jackie Kennedy, esa que tanto odiaba a Grace…- pero no resultó y… tras Rainiero… bueno, Grace siguíó cruzando a toda velocidad la carretera de Monaco.
Por culpa de un Grimaldi, el Príncipe Rainiero del siglo XVIII, que violó a una virgen eslava que se convirtió en bruja tras la agresión y maldijo a la familia a que “ningún Grimaldi tuviese un matrimonio feliz”. Grace se iba a casar con Rainiero y pasaría de reina de las pantallas a princesa de Monaco por obra y gracia de Onassis -y Jackie vuelve a aparecer-. Y entonces Rainiero se consagró a sus amantes y Grace a Brando, a Sinatra -y Jackie vuelve a hacer su aparición- y al amor eterno con David Niven. Y Hitch, ese que dijo que el problema del siglo XX era que no torturaba lo bastante a las mujeres, que quería ser Cary Grant y que amaba desaforadamente a Grace, la definió como una dama siempre, salvo en el dormitorio.
Pero, al margen de todo eso que son avatares de la vida, lo que importa es que Grace fue una de las novias más bellas vistas nunca. El traje, regalo de la Metro, diseñado por Helen Rose e inspirado en el XIX americano partiendo de una idea de la diseñadora para “Alta Sociedad”, en la que salía Grace. Grace Kelly se probó varias veces el vestido antes como si fuera un ensayo de vestuario. Hoy hace 55 años -19 de abril de 1956- de su boda y su vestido marcó un hito en el mundo de la moda nupcial: de hecho, Sarah Burton de McQueen ha creado este año para Kate Midlleton, señora esposa del hijo mayor de Diana de Gales, un diseño calcadito al de Grace. El trabajo de Burton, por cierto, se basa en ser más McQueen que McQueen y más Helen Rose que Helen Rose pero del sello SB no hemos visto aún nada.
Al margen de ello, el diseño fue confeccionado por 35 costureras. Se empaquetó en una caja de aluminio de más de dos metros de largo y se recubrió de algodones impregnados en perfume francés para que oliese como un estallido de flores. En ella también se incluyó el traje de la ceremonia civil, un devocionario, el velo y el negligé. Se elaboró en seis semanas y Grace sugirió que se le añadiera cola. Se confeccionó con 20 metros de tafetán de seda. El velo se elaboró con 90 metros de tul. Fue peinada por el estilista de la MGM, Sidney Guilaroff. Al enlace acudieron mil invitados. Hitch era el padrino. También fueron Cary Grant y Ava Gardner y la reina Victoria Eugenia de España preparó a la novia para ser aceptada en las casas reales, todo el mundo comentó que era la Kelly la que parecía la princesa y todas las monarquías hicieron boicot a la mujer que había ganado un Oscar en el 54. Toda la jarana se llamó la boda del siglo. Lo era, sin duda. 30 millones de personas la siguieron por televisión. Sin duda, la película de Grace Kelly más vista. De hecho, la Metro obtuvo los derechos de la filmación.
Lo trascendental de este vestido de película es que se cumple aquello que dijo Capote sobre Holly Golightly “es falsa” pero es “genuinamente auténtica”. Grace parecía una virgen, una santa, una novia, una estrella, una Venus parada en la Costa Azul para siempre, preservada en el inconsciente colectivo, en el culto a la belleza, en la eternidad… Más de cincuenta años después, la historia del Príncipe Azul, del Desayuno con Diamantes y del “se casaron y comieron perdices” vuelve a la actualidad con el enlace de Charlene y el Príncipe Alberto de Mónaco, el hijo mayor de Grace.
Cumpliendo la tradición monegasca, la novia llegó antes que el novio a la catedral de San Patricio. Llevaba las tres enaguas adornadas con lazos azules, uno de sus colores favoritos, por cierto. Ayer y anteayer cuando Charlene Winstok y el Príncipe Alberto, hijo de Grace, se casaban, nadie se olvidó de la Kelly. Al fin y al cabo, una estrella es una estrella. Y siempre van primero. Para siempre.

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