Infancia

Los sueños de infancia son azules. De terciopelo la lazada, de encajes las mandas, con olor a perfume y a incienso de Iglesia en domingo y zapatos lustrosos, a poder ser por una criada, si es que había suerte en esta España mía, esta España nuestra.
Señoritas bien por el Retiro con lazo, dando de comer a patos y palomas y con criada unos cuantos pasitos detrás para dar a la niña libertad (pero vigilada) y confesiones con otras niñas bien que se cuentan ay cómo comen los hijos de la criada, la Luisa, las limaduras del chocolate que comemos nosotros entremezclado con cotilleos, malicias infantiles y honestidades irrefrenablemente infantiles también baño de domingo Dios mediante y compartir a medias con los hijos esos de las limaduras del chocolate de hacer los gusanitos y las muñecas, aunque ellas hacen también de criadas porque lo hacen tan bien… Se nota que van aprendidos de casa porque están condenados a ser lo mismo que sus padres.
El lunes se nota porque viene la modistilla con arreglos y trajes para todas. La madre en primavera usa chaquetillas blancas que quieren aspirar a Chaneles nacionales y vestidos de fiesta de color verde y lila, como las flores silvestres que se crían en invernadero. Las niñas, María, hazme el favor de ponerlas algo fresquito para que no se ensucien y demás niñerías, y María, resignada, cree que está bien pincharlas un poquito con los alfileres a modo de broma a lo que la niña grita un aaaaaaaaaaaay! ay! que cuenta que si su madre es Doña Elena, ella pronto será Doña Ester y no Estercita.
Si es que se escapa la infancia entre alfileres.
Un día es un lazo de terciopelo y al siguiente, zapatitos de tacón.
Ay madre

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