Juventud

Lo sé.
Primero llegaron ellas, luego ellos y luego ambos revueltos.
No paro de hablar del impulso motivador, del papel tan importante que tiene el sexo en la moda.
Por favor, Tom Ford vuelve en invierno.
El texano que ve logos en vello púbico y colinas con formas sinuosas de genital.
Una especie de Dalí a la americana, en traje y con musas de otro calado al de Gala y otra creatividad y otro ingenio.
El que inventó el porno chic, el lesbian chic, los carpetazos en látex y los latigos y las fustas entre los muslos.
El mismo de la colonia que huele a sudor y a sexo, a sábanas empapadas, a champagne, a cristales rotas y a labios rojos.

Aún así, bajo el epítome de “la moda no trata de la belleza interior” y desterrando el axioma de “la elegancia es un privilegio de la edad” uno acaba preguntándose si no sería cierto aquello que le dijeron a Dorian Gray sobre poseer lo único que importa en la vida: belleza y juventud.

Dilatadas conversaciones sobre la belleza y el arte de vivir pero pocas quizás sobre la juventud “esa enfermedad que cura el tiempo” y esa puta (que uno no sabe muy bien cómo aprovechar ni cómo hacer sonrojar) a la que sólo puede vengar la muerte.

Lara Stone en Vogue USA parece reluciente del sudor que se regalan los amantes, centelleante por el sol tostado de quien acaba de amar en un pajar, una especie de Guardian entre el centeno de Salinger revolcándose como una cría -lo que es- entre hierbas y días -más- felices y tras marcarse una carrera para tomar el té con Mamá y Tía Agatá justo después de perder la virginidad e instalarse en su cara esa media sonrisa del que sabe, del que está con los otros iniciados pero ellos aún no saben que él lo es y mira con la superioridad del traidor que se sabe malo y alto al mismo tiempo porque su delito aún no es cometido.

Y lo que nos gusta el aire de misterio.
El …
_¿Qué has hecho querida Lara?
_Correr por los prados del cielo…

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