LUJURIA

Anoche no salí.



Estaba cansada. Cené algo con P. y él bajó a tomar unas cañas con unos amigos mientras yo me arrellanaba en la cama con mi novela y mis pocas ganas de hacer nada.
Al terminar el primer capítulo fui al baño, y en el camino de vuelta no pude evitar acercarme al ordenador para comprobar el correo (¿¿pero quién coño escribiría algo a la 1 de la madrugada??), y de paso, las actualizaciones de los blogs que sigo…
…y ahí estaba, QuiteBrown había actualizado hablando de manías (yo no tengo, eh, casi ninguna vamos… solo un millón), y cerraba su post con un tema que no había escuchado nunca.
Clické el link… ¿cómo no hacerlo? Y al instante la voz sensual de Carlos Tarque me arrebató el sentido cantándome suavemente “Sólo quiero despertarme contigo”… y me rendí.
Tal vez sea un tema romántico, puede que sí lo sea… yo no lo vi así. Para mi, era un canto a la sensualidad más desatada que me provocó mariposas en el estómago y ganas de pintarme los labios de rojo. Me volví consciente del tacto de la seda sobre mi cuerpo y del aire cálido de la noche, y de repente tuve sed. Fui a la nevera a por un vaso de agua helada, y me pareció tan agradable el tacto en mis labios que no pude parar de beber… ese es el efecto que provoca en mi la música.
Cuando tienen15 años todas las niñas son princesas. Quieren un amor que salte muros para rescatarlas y un padre de familia que las mire con arrobo mientras mecen la cuna del pequeño, que las bese con dulzura y les susurre al oido palabras de amor, piropos perfectos “eres tan bonita” “eres preciosa”…
Yo no.
Yo quería un amor arrebatado que saltase el muro para pasar una noche en vela conmigo sobre una cama desordenada, que me viese como una amante que jamás haría su perfecta esposa, que me mordiese el cuello y me hiciese aullar, mezcla de dolor y desmayo… yo no quería ser guapa, yo quería ser irrefrenable, como el deseo que ansiaba provocar.
A los 15 años, todas querían ser princesas… yo quería ser la amante del rey.
Con los años, he asumido e incluso amado mi desatada querencia por la sensualidad. No concibo el amor sin sexo, y no hablo  solamente del acto en sí mismo. Creo en el poder de los sentidos, en la catarsis de la caricia y en esa enajenacion mental que provocan los roces inesperados y concupiscentes.  Creo que estamos hechos para desearnos y tocarnos, para besarnos, para mordernos… creo que no hay fruta más sabrosa que la boca entreabierta de la persona deseada y creo que entre el dolor y el placer hay una linea muy fina que a veces –sólo a veces- debe cruzarse sin mirar atrás.
Para mi la sensualidad no reside sólo en el gesto manido del beso en los labios, del sexo placentero… una palabra a tiempo, una voz estremecedora, esa mirada de aviso “ten cuidado… me gustas”… pueden ser mejores que mil polvos, que un millón de orgasmos… pueden convertirte en mantequilla. Blanda, maleable… derretirte.
Una vez una amiga me dijo “tú yo somos más sexuales que hermosas, y debemos asumirlo”… no me costó nunca dar el paso, reconocer que no soy guapa, pero sí atractiva, que puedo no ser hermosa, pero sí deseable… porque soy capaz de hablar con esos gestos, con ese roce… con la mirada.
Y tal vez por eso, por mi propia comsciencia del poder de la piel, soy parca en roces vanos. No cojo la mano, no beso, no camino agarrada al brazo de mi partener… esta no soy yo. Guardo mis roces, conscientes e inconscientes, para poder sentirlos como los viví cuando descubrí que la piel era algo más que lo que cubría el cuerpo.
Amo esa sensación de sentirme viva a través de mis sentidos, notar como un susurro me eriza la piel de la nuca y me provoca un escalofrío cálido y suave. La sensación que me provoca robar una mirada traviesa, una sonrisa despistada, esa lengua que busca humedecer un labio seco, que en realidad rebosa de palabras. Ese instante, sólo mio, en que descubro un sonido, un acorde, un roce lejano, que hace saltar el corazón y el vello al compás de un ritmo que nadie más escucha… Eso que yo llamo estar vivo, y que otros llaman lujuria.
Durante algún tiempo, mi desatada querencia por la sensualidad, por la concupiscencia, por el roce de la piel, me llevó a creer que yo no era, sencillamente una mujer destinada a ser amada. Con los años, he aprendido que mi profecía era falsa. El amor y el sexo, al menos en mi vida, han ido siempre de la mano aunque no siempre en la misma dirección, y del mismo modo que he aprendido a vivirlos separados, he apendido a desearlos juntos.
Así que esta tarde, con permiso de los internautas, he abierto mi portátil para escribir este post personalísimo, desnudo y radical. No pido que lo comprendais, pero sí que probeis… tal vez si dejásemos de ponerle trabas al cuerpo, empezaríamos a comprenderlo con la mente.



SUENA EN MI I-POD: No podía ser de otro modo, con permiso de QuiteBrown, robo su enlace y pongo a este post la banda sonora que lo inspiró. La voz de Carlos Tarque y su “sólo quiero despertarme contigo”


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