Más es más

El próximo martes 19 comienzan las carreras de caballos en las que cualquier sombrero vale valía. Un año más Ascot se viste de gala para recibir a jinetes y aristócratas, junto a todos los curiosos que quieran ver el espectáculo que se organiza alrededor de la cita favorita de la Reina (entradas al recinto desde 15 libras). 

Audrey Hepburn como Eliza Doolittle, correcta y perfecta para un día en Ascot
Frívolo y obsoleto, sinceramente, quién pudiera ahora mismo escaparse hasta estas carreras que se encuentran al ladito de Windsor (el jardín de atrás del Palacio, como quién dice). 
Claro que ya que viajamos lo hacemos como se merece (y si no, nos quedamos en casa): necesitamos una invitación al exclusivo Royal Enclosure (¿alguien?) -por el que se pasea la Familia Real al completo-, junto con un guardarropa impecable que cumpla las estrictas normas que se estrenan este año. 
Asistentes a las carreras en 1976. 
Tras varias ediciones de despendole, esta temporada las carreras rescatan reglas de decoro que no impedirán, eso sí, los atuendos más a la moda -que ahora que la monarquía británica le está cogiendo el gusto a eso de ser tildada de “moderna”, tampoco es plan de estropearlo. Aún así, el dresscode no quiere ni oír hablar de minifaldas, tampoco de tirantes finos, transparencias ni tocados. 
¡ESPEREN!, ¿tocados? 
Sí, en Ascot una simple pluma en el pelo ya no es adecuada. Las señoras deberán ir cubiertas con verdaderos sombreros o adornos que tengan, al menos, 10 centímetros de diámetro. 
Ah… menos mal, pensaba que además de todo, nos quedaríamos sin ver el verdadero espectáculo en Ascot… 
El cartel de esta edición, inspirado “en el glamour de los años 50”, Royal Ascot dixit. Con sombrero de Stephen Jones y vestido de Antonio Berardi, para que conste en acta.
Pamelas, champagne, caviar y Kate Middleton… qué más da, si al final, lo que de verdad importa es de qué color escogerá su sombrero la Reina esta temporada.

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