ME CAGO EN VODAFONE Y EN LA MADRE QUE LO HIZO. Ea, qué a gusto me he quedado con el título, coño

Hasta el moño.

Hasta el mismísimo moño me tienen lo señores de Vodafone, que llevan robándome cuatro meses… y yo ni me había dado cuenta hasta el mes pasado. Claro, con esto de que últimamente mi vida era un poco como el ojo del huracán, que aunque parezca tranquilo no hay quien pare dentro, pues las facturas se cargaban, sin más, en mi cuenta, y yo ni revisaba los sms que en enviaban diciendo “su próxima factura se cargará el tal del cual por un importe de chopotocientosmil euros”.


El caso es que el pasado mes de abril, Vodafone llamó a mi puerta… o mejor dicho, a mi móvil. Me llamaban para ofrecerme un servicio nuevo, que aún no habían sacado al mercado libre, y que sólo ofertaban a clientes “selectos”. En el argot de las empresas de comunicación (léase Telefónica, Ono, Orage, Vodafone… etc, etc, etc) “Selecto” es sinónimo de “que se deja una pasta gansa en la factura”. Y por lo tanto, servidora no era “Selecta”, era “Hipermegaultraquetecagasporlapata de Selecta”.

Total, que me ofrecían una cosa que se llama “Tarifa Plana Mini”, que me permitía barra libre de llamadas hasta 500 minutos al mes, por 60 euros. Y de paso me rebajaban el coste de la tarifa plana de Internet móvil de 12 a 9 euros. Con eso, y con el bono de 1000 sms mensuales a 10 euros, iba servida para todo el mes.

Hice cuentas mentales… con lo que me cuestan, que soy de letras puras… y me dije a mi misma “te estás dejando al mes más de 120 euros en teléfono. Con esto, sumando todo, te sale más barato y podrás llamar más”. Así que dije “Sí, quiero”, como si Ewan McGregor me hubiese propuesto una noche loca en una habitación del Santo Mauro con Room Service incluído, y me quedé más ancha que larga.

Luego llegaron las facturas, pero con ellas llegó también el ingreso de mi padre en el hospital, una especie de hecatombe de dimensiones desproporcionadas en el trabajo, una presentación de un proyecto completamente surrealista… y pasaron tres meses sin que me diese tiempo a mirar ni de lejos el estado de mi cuenta corriente, ni mucho menos los sms que Mr. Vodafone me enviaba haciéndome saber que “se me cobraría la factura el día 14”.

Hasta que un domingo en que pudimos escaparnos a casa de los padres de P. estaba yo plácidamente dormida, cuando suena un sms en mi móvil. Lo abro, pensando “será mi hermana para decirme que mi padre está bien”, y me encuentro este mensajito “Vodafone le informa que su próxima factura, con un importe de 194€, será cargada en su cuenta el próximo día 14”.

Después de reponerme del infarto de miocardio, me levanté hecha un basilisco. Mi suegra flipó al verme entrar en la cocina en pijama, despeinada, y vociferando como una hidra borracha mientras marcaba el 123… que no es el número de la Gómez Kemp, sino el teléfono de atención al cliente de Vodafone.

Al cabo de unos minutos una señorita muy amable me coge el teléfono, y le explico, haciendo todo el acopio de calma del que soy capaz, que no comprendo mi factura. Me pide que espere, me pone una musiquita rallante hasta el hastío (yo creo que lo hacen a propósito para desesperarte y que cuelgues antes de que te resuelvan nada), y al cabo de un par de meses, me responde diciendo que, efectivamente, hay un error. Se me está cobrando mi factura (que asciende a algo más de 80 € sumando todo, incluso impuestos), y, a mayores, otra serie de servicios inespecíficos que, ni he pedido, ni pienso pedir, de modo que le solicito a la amable señorita que rectifiquen mi factura, cosa que asegura que harán encantados, con esta última… y con las dos anteriores, porque, al parecer, el error se repite también en las facturas anteriores.

Al oír esto casi me da un pasmo, pero me recompongo y le comento a la chica del otro lado del teléfono que según el sms que me han mandando, van a cobrarme los 194 euros el martes, y que yo, claro, voy a dar orden al banco de no pagar.

“No se preocupe, no le pasarán factura alguna hasta que se dirima su queja, que será un período máximo de 7 días”.

“Entonces no tendré problemas de impagos, ¿correcto?”

“Correcto, el domingo que viene como muy tarde el departamento de cobros se pondrá en contacto con usted y le explicarán en qué ha quedado su queja”

“Perfecto, gracias”.

La semana pasa con normalidad, y el jueves, a eso de las 17.30, mi móvil empieza a pitar como un loco. Al mirar la pantalla veo que tengo 3 mensajitos, todos iguales, del señor Vodafone, advirtiéndome que “tengo una factura pendiente de pago y, si no abono el coste, me cortarán la línea”.

Con el cabreo por montera llamo de nuevo al 123 de los cojones, y una tía, que ya no me parece nada maja, sino medio gilipollas, me explica que claro, que es que el procedimiento es ese… yo pago primero, y luego ellos, si eso, me lo devuelven. Le digo que ese no es el acuerdo al que llegué el domingo con su compañera, y me pone en espera…

…y espero

… y espero

… y me desespero

Y al final me dice que sí, que es verdad, que hay un error, que el sistema automático se ha equivocado, que no me preocupe que no me van a cortar la línea, que el domingo me dirán que ha pasado y que me quede tranquila.

Y el viernes salí a cenar con Noa, con Ely, con Marta… y al salir del Naif me dice P. “llama a S. y dile que vamos hacia La Postrería, por si se anima”… y cuando marco su número en el teléfono una vocecilla de lo más desagradable me anuncia que “por irregularidades en el pago, su línea no puede realizar llamadas en estos momentos.”

Sí, era la 1 de la mañana. Sí, La Postrería es un sitio fino en medio de una plaza llena de botelloneros adolescentes. Sí, yo llevaba mi camiseta con tirantes finos, dejando ver mi ropa interior con paillettes, y mis taconazos azul klein…y sí, todo eso me importó exactamente una mierda a la hora de llamar de nuevo al 123 y vociferar como una loca ebria en medio de los adolescentes emos que me rodeaban, y frente al garito más chic de la ciudad. A tomar por culo.

El pobre hombre que me atendió –voy a insistir nuevamente en que pasaba de la 1 de la madrugada- me decía que claro, a esas horas no había nada que hacer salvo dejar constancia de mi queja… que llamase el sábado por la mañana y pidiese hablar con cobros. Colgué. Me cabreé. Me tomé dos Cosmopolitan más y me fui a casa.

El sábado a las 10 de la mañana ya estaba en pie, pese al cebollón, pese al cabreo, y pese a que me dolían hasta las pestañas. Cogí el móvil… 123…

“En estos momentos su línea presenta un impago de 194 euros. Si quiere realizar el pago por tarjeta, marque 1; si desea hacerlo por transferencia, marque 2; si desea consultar el estado del pago, marque 3”.

“¿Y qué marco para cagarme en tu puta madre?” le pregunto.

“Lo siento, pero no le he entendido. Si quiere realizar el pago por tarjeta, marque 1; si desea hacerlo por transferencia, marque 2; si desea consultar el estado del pago, marque 3”.

“Quiero hablar con un agente”

“Lo siento, pero no le he entendido”… y se corta!!!!

Entré como un torbellino en el dormitorio para buscar el móvil de P. “Él también es Vodafone”, pensé “y seguro que desde el suyo sí que puedo contactar con un agente”. Pasé de mirarme al espejo al pasar por delante porque en ese momento, estoy segura, mi color variaba entre el verde manzana y el rojo fuego.

Marco el 123 de nuevo desde el terminal de P… y, oh, sorpresa, desde este sí que me coge una persona. Un tal Salvador, a quien le explico con pelos y señales –y con los menos tacos posibles, lo que me supone un titánico esfuerzo- todo mi problema con Mr. Vodafone y su puta madre.

Salvador se hace cargo del problema enseguida –claro, haciendo honor a su nombre- y me comenta que no puede pasarme directamente con cobros porque el sistema está automatizado y al teclear el número sobre el que se quiere hacer la consulta inmediatamente me remitirá de nuevo a la maquinita para que pague, o pague. Así que sugiere lo siguiente:

“Voy a ser yo el que gestione el tema, pero va a ser largo, porque me van a tener que ir pasando por varios departamentos, así que seguramente la llamada se cortará. Para evitar que llame usted y le pasen con otro agente, déme un teléfono de contacto que no sea el suyo. Si se corta, yo la llamaré de nuevo”.

Le doy el fijo de mi casa, y espero.

Se corta.

Vuelve a llamar, me informa de los avances, y me pone en espera de nuevo.

Se corta.

Llama de nuevo. Me dice que ya casi está, y me pone en espera.

Se corta.

Salvador llama por tercera vez y me dice “ya tengo al teléfono a un técnico del departamento de calidad de cobros, le voy a pasar con él, deja usted unos datos, y el problema quedará resuelto”.

Le doy las gracias, le prometo un viaje a Ibiza cuando Vodafone me devuelva los 400 euros que me ha timado estos meses, él dice que de nada, me pasa… Y SE CORTA!!!!!

Espero… espero… no llama… me desepero.

Llamo yo de nuevo y pregunto por Salvador. Me dicen que no me pueden pasar con nadie, que me tengo que conformar con el que me toca. Y me ha tocado uno idiota, porque le explico el tema –incluido que cuando me pasan con cobros directamente sólo me permiten pagar una factura que no debo-, y me dice “le paso con cobros”.

INCREÍIIIIIIIIIIIBLEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE

Llamé más de 6 veces, hablé con más de 10 personas diferentes, con 6 departamentos, incluidos Atención al Cliente Platino, Facturación, Quejas, Bajas y, por fin, Calidad de Cobros.

Una señorita, algo reticente al principio, me soluciona al final el tema asegurando que “el error se subsanará en 24 horas como mucho, así que mañana, como muy tarde, le reestablecerán la línea”.

Mira” digo yo ya al borde del colapso “si me devolvéis la línea mañana, que es domingo, será el mismo día en que me deis la razón con mi queja, con lo cual os habréis salido con la vuestra: o pago ahora, o no tengo línea”.

Después de amenazar con poner una denuncia por estafa en el juzgado de guardia esa misma mañana, me aseguran que en 2 horas tendré línea… me la reestablecen en 1 hora y 20 minutos. Esa batalla la gané, pero no logré que me enviasen una copia de mis condiciones de contrato actuales. En total, 4 horas 23 minutos de conversación telefónica.

Y así siguió mi vida, día tras día, pasando poco a poco. Salí a tomar algo, a pasear, a cuidar a mi padre, a pasar un fin de semana a un sitio que se llama Bobia D´arriba que no tiene ni cobertura de Movistar… hasta ayer.

Ayer entro en la web de Vodafone para ver mi nueva factura… Y ME ENCUENTRO CON QUE SE MARCAN LA MISMA JUGADA!!!

Llamo otra vez, y entre disculpa y disculpa, me aseguran que no se repetirá lo mismo. Que no pague nada (194€ de nuevo, hay que joderse), que es un error… y que además tienen que restarme los 10€ de recargo por el reestablecimiento de línea cuando me la cortaron, porque, claro, no fue por mi culpa.

“Mira bonita” le digo a la pobre infeliz a la que le he tocado en suerte “esta misma conversación la tuve hace un mes, y terminé teniendo que lidiar con 6 departamentos diferentes para que me reestablecieseis la línea”.

La pobre infeliz me asegura que no habrá problema en esta ocasión, que no me cortarán la línea, que no pasa nada, que será la última vez… todo esto después de tres musiquitas histéricas, dos cortes de línea con rellamada incluida y un “espere un momento que consulto el estado de la línea”.

Esta mañana me ha llegado el sms diciendo que me cargarán la factura mañana. Evidentemente, he llamado al banco para que no la paguen. Evidentemente, he llamado a Vodafone, que me ha vuelto a asegurar que es “un error”, y eso no sucederá.

Y hasta aquí mi vida con Vodafone. A fecha de hoy tengo una permanencia firmada de 12 meses más (hasta julio de 2009) por un canje de puntos que hice en enero, con lo que la portabilidad a otra compañía me costaría la friolera de 200 euros…

Y yo os pregunto… ¿qué hago?

¿Les demando por estafa? ¿Por tocapelotas? ¿Por acoso? ¿Me suicido? ¿Me hago el harakiri con el Nokia, o directamente prendo fuego a sus instalaciones en Coruña?

Prometo contaros el final de este cuento de terror… ya os dije que me encantaban los relatos oscuros.


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