MI CAMINO


En los últimos meses la vida me ha obligado a reflexionar, a replantearme muchas cosas.
Después de tres años infartantes a todos los niveles –profesional y personalmente-, mi vida pasó de quinta a primera en menos de 15 días. Me quedé en paro a mediados del mes de junio, y, por primera vez en 10 años de ejercicio profesional, no terminaba un contrato para encadenarlo con otro, sino que, sencillamente, me quedaba sin él.
El primer mes fueron unas vacaciones, literalmente. Visité a viejos amigos, descansé, salí de copas, dormí hasta tarde, tomé el sol y, adoptamos a Harpo, el nuevo miembro de la familia, un gato amarillo y juguetón que todavía hoy, tres meses después, me fascina.
Os presento a Harpo, el nuevo miembro de la familia, y, como podéis ver, el rey absoluto de la casa. 
El segundo mes fue el disfrute del verano. La primera semana de agosto Coruña está en fiestas, nos visitaron amigos, familiares, conocidos… hubo conciertos, noches de tapas y cañas, paseos por las ferias y mucho libro de ocasión –la feria del libro de ocasión es mi favorita, me encanta cómo huele, me gusta rebuscar en sus puestos, y además me recuerda mucho a los paseos interminables que daba por ella acompañada de mi padre, de quién heredé el amor por la lectura y los libros (y no, en la era Ipad no es lo mismo amar la lectura que los libros)-.
Pero un día, a mediados de agosto, me desperté y el aire olía diferente. Había llegado el otoño, septiembre se acercaba y terminaba el plazo de gracia que me había autoconcedido en la búsqueda de empleo. Es verdad que a esas alturas ya me había apuntado a todas las ofertas que se acercaban mínimamente a mi perfil en las redes de búsqueda de empleo, y que mis colaboraciones en radio y prensa escrita no habían cesado, pero me había prometido a mi misma que en septiembre redirigiría mi vida, y era el momento de buscarle un rumbo.
Así que me paré, y pensé.
Hay personas que piensan muy bien en soledad, otras, leyendo. Hay gente que piensa bien mientras camina y personas que meditan seriamente. Yo necesito imperiosamente la organización exterior para abordar la interior, así que lo primero que hice fue cambiar pequeñas cosas en mi casa (un estante en el baño que llevaba años deseando, una funda para el sofá cama que llevaba tiempo esperando su turno, una limpieza de armario en condiciones…)
Una vez modificado mi entorno, le tocaba el turno a mi cuerpo. Retomé el ejercicio –os aseguro que es muy difícil encontrar una rutina de ejercicio si no existe rutina alguna en tu vida, y lo más parecido a una pauta horaria es entrar a trabajar (casi) siempre a las 7:30-, me deshice de aquellas prendas que no me apetecía volver a ponerme y con mi ajustado presupuesto compré algunas nuevas, prendas que se acercasen más a mi nuevo yo.
Y… y era el momento de cambiar por dentro.
Buscar un nuevo empleo implicaba, al menos para mi, redireccionar mi vida, o por lo menos decidir conscientemente qué prioridades laborales tenía.
Comencé mi carrera profesional haciendo radio, mi pasión. Compaginaba la información con el magazine, y cualquier tema me parecía interesante mientras me permitiese contar algo nuevo, diferente,  divertido o curioso a la audiencia.
Mi segundo puesto fue en prensa escrita, pero las pautas no cambiaron en absoluto. Después llegó la televisión, y de repente comprendí que lo que yo quería era eso: contarle a la gente cosas, cosas nuevas, o cosas sabidas desde otra perspectiva.
Los siguientes 7 años de mi vida laboral discurrieron por otros derroteros, recalé primero en un gabinete político, y luego en otro, y la verdad es que para mi fue toda una experiencia.  Siempre he creído que es imposible no interesarse por la política, por lo que sucede a nuestro alrededor, y participar en ello de una forma más directa resultó ser apasionante… y agotador. Demasiado agotador.
La Estación de Budapest es una de las más hermosas que he visto en mi vida. Ahora mismo, siento algo parecido a estar en el andén esperando a que llegue el tren correcto.
El caso es que, tres años después de que una especie de huracán arrastrase con él mi vida, lo que conseguí hacer con ella –que no está mal- y yo, nos encontramos con que la tormenta había pasado, que estábamos en una estación de intercambio, y que la espera podía ser corta, mediana o larga, pero en cualquier caso me serviría para decidir a qué tren quería subirme.
¿Qué quería hacer yo con mi vida? ¿Ganar dinero? Seguro, las facturas no se pagan solas, y los viajes, las cenas con amigos, los libros, la ropa, los zapatos, los conciertos y la comida de Harpo tampoco. Pero no era eso. ¿Un trabajo de prestigio? Puede, pero resulta que si me paraba a pensarlo, no quería sólo un trabajo reconocido, un puesto en un medio importante o en un nuevo gabinete de gobierno, al menos, no en cualquiera.
Entonces, ¿qué tren quería coger yo?… y resulta que, pensándolo razonadamente, con calma, sin prisas… el tren que quiero coger es el mismo en el que llevo montada desde los 20 años. El tren que me llevó a apasionarme por la locución en radio, por la escritura, por contar historias, por saber más. Lo que yo quería era ir una estación más allá en la misma línea en la que ya me encontraba, pero, y esta vez eso lo tenía claro, en un tren algo más lento, en un vagón quizás menos cómodo, pero con más encanto. Recuperar la pasión por una profesión que realmente me ha enamorado, volver a tener tiempo de amarla.
Esta viñeta de El Faro de Vigo ilustra muy bien lo que quiero decir: al final, cuando uno ama esta profesión, en cualquiera de sus vertientes, la lleva a todos los ámbitos de su vida.
Me asombró mi propia conclusión, más que nada porque, al apearme en la estación, al bajarme de aquel tren bala que iba siempre tan rápido, creía haberme encontrado con la difícil sensación de haber dejado de querer ser periodista. Nada más lejos.
Soy lo que siempre he querido ser, y eso plantea nuevas dudas y problemas, porque ahora tengo que conseguir mejorar eso, y no parece una tarea fácil. Ser mediocre es siempre más sencillo que ser brillante, y la brillantez en mi profesión,  ahora lo sé, reside en gran medida en no perder nunca la capacidad de amarla, de apasionarse con ella.
Ante todo, quiero conservar esta sensación, la que provoca saber que no te has equivocado de camino. A veces el trayecto es más feo, se hace de noche o un pantano maloliente te sale al encuentro. Pero es mi camino. Es el que yo he elegido, y lo amo. Más, mucho más que el lugar al que lleva. Principalmente, porque eso sigue siendo un misterio para mi.
The Jayhawks en pleno directo. Sublimes, emocionantes, grandes, muy grandes.
SUENA EN MI I-POD: Uno de los conciertos que tuve el placer de disfrutar este verano fue el de The Jayhawks en Santander, una banda mítica con temas tan maravillosos como “Bad time to being in love”… Son, quizas, malos tiempos para confesarme una apasionada de mi profesión, pero… el amor es lo que tiene, amigos.


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