Señoras

Cuando se habla de Seth se dice que es un personaje malo -un antagonismo- que busca la destrucción del mundo y que su maldad se denota en que es pelirrojo. En el caso de Karen Elson, su innenarrable cabellera y su porte de dama victoriana, lánguida, de vampira, de criatura de mito, de Drácula, de Condesa Bathory combinada con su palidez espectral y su boca que reverdece su rostro del diecinueve.

No quiero olvidarme de ella. Con su abrigo de leopardo a medio camino entre Charada, Hitchcock y una francesa burguesa y exquisita de Colette y de Maxim´s de París. Divina con esos guantes que, como a Cruella de Vill, le quitan humanidad y la elevan al Olimpo de la imaginación y del fetichismo, del casi voyeurismo y de la fija maquinación por su impresionante fascinación.
Es el porte lo que veo.
El estilo.
Sólo veo a Karen.
Como eso que decían los expertos en la teoría de la comunicación que el medio es el mensaje. Y qué medio. Divino. Prerrafaelita. Dandi. Digno. Altivo. Divino. Burgués. De baja estofa. Sádico. Perverso. Alegre. Sexual. Frío. Estéril. Fértil. Oscuro. Brillante.

Rojo de pasión y rojo de sangre.

Leopardo de fiera y de coraza.

Y planes. Muchos planes.

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