Tacones

En los 50s se pusieron de moda los tacones de aguja que eran casi armas blancas y a Chanel casi le da un shock.

¿¿Qué??

Podía pasar que a Dior le dieran cosas y pusiera a sus mujeres liberadas una jaula de pajaros, los morros de rojo y mucho colorete demostrando el latido del corazón entre pechos puntiagudos pero que a Dior -ese normando- pero que taladrase el suelo con aquellos zapatos, encorvase espaldas, sacase el lado objeto, decorativo, de la mujer lámpara y la esposa trofeo era algo que Madame –la suiza en aquellos años- no podía tolerar.
Diseñó una colección de zapatitos planos, los bicolores, como zapato salón de tacón normal y bailaraina para desafiar todos los desaires de la moda y esos inútiles hombres que no saben diseñar. Massaro ayudó claro y relajó el cuerpo cargando el peso en la planta del pie y no en los dedos y el talón, descargando el empeine.
Luego llegó Vivier y se inventó la coma.
O el punto y aparte.
Y luego vinieron las plataformas -ja-, las cuñas -ouch-, el tacón fetichista -ay- y más esperpentos sacados de la indiosincrasia de alguien, imagino. Ahora, sumergidos en un revival de los 60s, de los taconazos, de las mujeres perfectas y demás (oui, ya saben), aparece ese modelo en Milán por la señorita Bataglia.
Lo veo masculino.
Erecto.
Quedan lejos los sesenta.
Y no hay Gabrielle.
Pero hay Prada.
“Femeninas pero no débiles”

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