Todo es más fácil en Sha Wellness

Adelgazar, recuperar el sueño, olvidar el estrés, dejar de fumar o simplemente llevar una vida más sana. Cualquier cosa es más sencilla en Sha Wellness, esta clínica de salud medio escondida en Altea. Concretamente en el Parque Natural de Sierra Helada, nombre al que hace poco honor porque la zona presume de ser uno de los rincones con mejor climatología del mundo (y el reconocimiento no me lo invento yo, si no que le viene de la OMS). 
Sha Wellness
Pero como decía, en este hotel todo es más fácil. Aunque no creo que sea exacto llamarlo hotel… pero tampoco es una clínica (y eso que aquí la gente viene a curarse); si tuviéramos que definirlo, respondería mejor a algo así como un retiro, un rincón en medio de la montaña (pero con vistas al mar, ojo) en el que todo está al servicio del bienestar. 
Y hasta este escondrijo me dirigí yo hace unas semanas, porque me faltó tiempo para decir “¡Me apunto!” cuando me propusieron el plan: un finde largo para conocer de cerca las bondades del Sha y rematar el viaje con una sesión con uno de los osteópatas más reconocidos del mundo, Boniface Verney-Carron. 
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Sin investigar mucho y con poca idea de lo que me esperaba, preparé una maleta rápida con mucha ropa cómoda para el día, algo un poco más formal para la cena y un par de bañadores. Nada más; y la mitad me sobró porque, como comprobé el primer día en el desayuno, aquí la vida se vive en albornoz de la mañana y hasta la hora de cenar (no inclusive, que conste). Por evitar hasta esa complicación del ‘qué me pongo’, incluso en este aspecto todo está pensado para dejarse llevar. Y eso hice. 
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La vida en albornoz es la vida mejor. 
La segunda sorpresa llegó con el menú, cuando me contaron que allí se sigue una estricta dieta macrobiótica. Sorpresa o susto, porque (yo confieso) entonces estaba poco o nada familiarizada con esta corriente y he de reconocer que tengo prejuicios sobre toda esa gente que decide dejar de comer, por ejemplo, carne simplemente porque es lo que mola (y otras barbaridades del primer mundo). 
Pero esto es otra cosa. La verdad es que antes de probar bocado me ganaron explicándome que la base de la alimentación son los cereales integrales. Y es que yo soy una dura activista contra la demonización de los pobres carbohidratos. Porque digo que qué nos habrán hecho para que ahora nadie quiera tomarlos… En fin, que enseguida supe que alguien que empezaba con esto no debía estar muy equivocado, pero lo ratifiqué cuando probé el primer plato (y el segundo, y el tercero…). Y me convencieron hasta tal punto que desde entonces no he parado de investigar. 
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Con estas delicias me inicié en la macrobiótica. 
Claro, que así cualquiera. Entre comida y comida: tratamientos, un poco de ejercicio, algún curso, un paseo por Altea… y una escapada al spa del complejo, que por sí solo ya vale la visita. Y, claro, engancha. 
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“Venimos cada año desde Dubai”, me dice un árabe que cena en el comedor con toda su familia. “Es la primera vez que venimos, pero volveremos después del verano con nuestras hijas. Tienen que probarlo”, cuenta un matrimonio de Valladolid enganchado en solo una semana a la sociedad del bienestar. Y así todos y cada uno de los huéspedes con los que pude hablar.
No es difícil declararse adepto. En este mundo de albornoces se combinan antiguas disciplinas orientales con la última tecnología, aderezado todo con profesionales de primer nivel. 
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Uno de ellos es Boniface Verney-Carron, el osteópata francés con consulta en Londres por la que pasan de celebrities a royals, pasando por empresarios y modelos. Él es uno de los expertos que de vez en cuando viajan al Sha para pasar consulta y que atraen a una tropa de seguidores. Tampoco me extraña, pienso después de casi dos horas en su despacho improvisado. Con él aprendo a escuchar a mi cuerpo, a buscar un equilibrio y a dar pequeños giros que a la larga son un mundo. A controlar, sentir y respirar. Que no es poco. 
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En definitiva, y por si no había quedado claro, en este retiro todo es un camino de rosas desde que cruzas la puerta y lo primero que sientes es un intenso olor a té chai (a partir de ese momento sabes que nada malo te puede pasar). 
Yo salí de allí 60 horas después siendo otra completamente nueva, cargada de buenos propósitos y convencida de poder con cualquier cosa que me esperase a la vuelta. Y así ha sido. 
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