15 cosas qué hacer en Milán

El que está de paso dice que es una ciudad gris, pero nada más lejos de la realidad. Milán es una ciudad para vivirla. Para disfrutarla y regodearse en cada momento. Y perderse… andar y andar por sus calles, perderse y encontrar detalles sorprendentes en los rincones más inesperados.
Porque, si algo tiene Milán son cosas para hacer en cada minuto. Así que aquí van algunas, las imprescindibles (y alguna de regalo):
1. Visitar el Duomo: Primera tarea en Milán; por obvio pero también por imprescindible. El Duomo, centro geográfico y corazón de la ciudad. Impresionante de día, de noche, con nubes, con lluvia o con sol. ¿Sabías qué es la tercera catedral más grande del mundo?, por detrás de San Pedro en el Vaticano y Sevilla.
Imprescindible es también comer uno de los riquísimos panzerotti en Luini (detrás de La Rinascente), un clásico entre los milaneses.
2. Tomar un capuccino en la Galleria Vittorio Emanuele. Caro capuccino, sí, pero impagable sentarse a ver pasar a los milaneses más elegantes camino de la Scala a última hora de la tarde. Si además tienes suerte y están tocando música en directo, pensarás que estás en la gloria.
3. Disfrutar de un aperitivo al caer el sol. Sana costumbre milanesa que me salvó de la ruina en mi época de estudiante. Pagas un cóctel a 7-12 euros (dependiendo del sitio) y a cambio puedes picotear (o cenar, depende del sitio) de las bandejas que colocan. De 19 a 21 horas prácticamente por toda la ciudad. Mis preferidos: Bond, al final del Naviglio Grande; Exploit, en Le Colonne di San Lorenzo; Obiká, que hay varios, pero el mejor es el de Brera; Bentobar, también en Brera con aperitivo de sushi…
4. Pasear por el Parco Sempione. Otro punto precioso en cada estación del año. Pero sobre todo en primavera, cuando se llena hasta arriba de milaneses ansiosos por recuperar su bronceado y disfrutar del buen tiempo (el invierno es duro, amigos). El plan es redondo si antes has pasado por Shockolat, la mejor heladería de la ciudad (detrás de la estación de Cadorna).
5. Dejarse sorprender por el romanticismo y las cursiladas de la ciudad. Que serán milaneses, pero también italianos.
6. Pasear por el señorial Corso Venezia. Con sus palacios y sus jardines. Un oasis que nos lleva directamente a… Via della Spiga. Una calle chiquitita, peatonal, pero uno de los lugares más maravillosos del mundo. La mayor parte de las grandes firmas tienen sus tiendas dos calles más abajo, en Montenapoleone, pero Via della Spiga conserva un encanto único.
7. Y ya que estamos en el Quadrilatero d’Oro¡comprar!, ¿a qué si no habéis venido a Milán? Están las tiendas que todos conocemos, pero además las milanesas se guardan varios secretos en la manga y uno de los más interesantes es ÉSTE.
8. Si queremos seguir comprando, no puede faltar 10 Corso Como. Colette será todo lo guay que vosotros queráis, pero Corso Como es el paraíso en la tierra. Y si no, subid a la segunda planta. Cuando vivía en Milán siempre decía que si me perdía me podrían encontrar rebuscando entre la maravillosa librería de la Señora Sozzani. Más allá de la tienda en sí, el espacio cuenta con la librería, un par de salas de exposiciones y un café con terraza donde hacer un brunch un domingo cualquiera porque sí, porque la vida es bella.
Y por cierto, también tiene outlet… en via Tazzoli, 3.
9. Entrar en todas las iglesias que encuontréis. Todas sorprenden. Mi preferida es San Ambrogio, patrón de la ciudad. Un paseo perfecto es andar hasta allí bajando por via Magenta, llena de palacetes. (Y a la derecha San Lorenzo).
10. Sentarse a ver pasar a los elegantes milaneses en el centro a la hora de la comida. Y digo LOS, ellos. Porque ellas son monas, vale, pero lo que realmente llama la atención en Milán son los hombres, todos perfectamente cuidados, con sus trajes a medida, sus zapatos italianos (claro), pedaleando en sus bicis…
11. Más imprescindibles: Subir a los tejados del Duomo con un libro. No puede haber mejor plan para una tarde de primavera. En días soleados se pueden ver los Alpes. (Y pasear por Brera, la foto de la derecha).
12. El mercadillo del Naviglio, el último domingo de cada mes. Es perfecto, pero mucho más los meses de primavera y verano. Allí se puede encontrar de todo, desde antigüedades, ropa de segunda mano, joyas, pinturas, revistas antiguas, muebles… y las piezas más sorprendentes.
13. Descubrir los jardines de Villa Reale, un palacete que se encuentra a un lado de los Giardini Pubblici. En el palacio vivió Napoleón en sus días en la ciudad, y en el jardín –de cuento de hadas- no me importaría casarme. (Y a la izquierda, Leonardo Da Vinci en la plaza de la Scala).
14. Colarse en todos los patios que se pueda. Los sobrios y señoriales edificios milaneses esconden todos maravillosos espacios en su interior que te transportan a otro mundo.
15. Y volver a Milán. Si Roma tiene su fuente y sus monedas, la ciudad lombarda tiene un toro (en la Galleria, justo en frente de la tienda de Prada). Dicen que si das tres vueltas pisándole sus partes nobles, volverás a Milán (la última vez que estuve lo habían restaurado, antes tenía un agujero). Lo que nunca recuerdo es si son hacia la derecha o hacia la izquierda, así que yo siempre, por si acaso, me doy seis.
Fotos (a lo largo de los años): Shopaholic

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