Mis Desesperadas

Lo reconozco.

Sigo sin comprender a quien deja de comer por comprar Prada.

Debe ser cuestión de actitud.

Aunque tiene algo de sobrecogedor el comprender la dimensión que tiene el deseo. Porque se trata sólo de eso. Del deseo. De lo que el corazón dicta y debe conquistar. Y los motivadores más absolutos de ese deseo irracional que se cuelga de nosotros y nos hace arder. Ya se trate de hombres, mujeres o artículos y que consigue que nos arrebatemos de una obcecación ciega. Esa misma que los antiguos llamaban afe y que envíaban los dioses a los mortales.

Extirpados de nuestra voluntad obedecíamos, prácticamente como ahora. ¿Quién genera la ley de las tendencias, cuál es la causa primera que hace que hoy sea negro y no azul, perlas en vez de marfil, pantalón en vez de vestido y 2.55 en lugar de LV? Antaño decían que los dioses. Si se piensa bien, hoy también son los dioses. Los dioses de hoy. Menos deificados pero igualmente adorados porque, ¿a quién le importa que quede bien?


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