La culpa la tiene Salma

O de cómo perder completamente la esperanza. 

Hoy estoy derrotista. Será porque me he pasado el fin de semana encerrada en casa sudando el constipado (y eso, todos lo sabemos, mina el ánimo de cualquiera) o será porque realmente el fin del mundo (tal y como lo conocemos) está cerca, pero lo cierto es que sólo puedo vislumbrar un futuro demasiado ennegrecido. 
Veréis, yo tengo una teoría que gana enteros por minutos: Salma Hayek es gafe. Sí, así tal cual. Manejo la conjetura de que sólo la mexicana es capaz de repartir una especia de mal de ojo sobre los creadores cuyas prendas se enfunda incapaz de discernir más allá de la etiqueta. O sea, todos los trapitos que produce el conglomerado que ostenta su marido (¿o quizá sea él el culpable?). 
Vestido de la vibrante colección de Alexander McQueen para Givenchy (HC 1997). 
Alexander McQueen –que en paz descanse- se ha convertido en una firma (más) de PPR especialista en vender fulares y bolsitos de mano cuajados de calaveras. Mientras, Sarah Burton da una vuelta (una y otra vez) a las creaciones de su mentor olvidándose de la indispensable dosis de alma atormentada que las insuflaba de sentido. 
Pilati, por su parte, huye despavorido (ayudado eso sí por un puntapié en sus bonitas posaderas) de la industria que lo encumbró para después lanzar al precipicio. Hedi Slimane, su seguidor al frente de Saint Laurent, llega dando caña y plantándonos toda una declaración de intenciones en las narices: él es el rey del rock y que nadie se atreva a cuestionarlo porque el engranaje del todopoderoso PPR se cernirá sobre el osado que insinué que lo suyo es una tomadura de pelo (tomadura de pelo que venderá como churros, claro). 
Ya lo demostró con Cathy Horyn primero –que como siga granjeándose amistades tendrá que comentar los desfiles como una simple bloguera, desde casa y en pijama-, más tarde con los de The Business of Fashion y hasta con WWD. Toda una declaración de intenciones, os lo decía. 
Karen Elson imagen de Yves Saint Laurent SS 2007, una de las mejores colecciones de Pilati al frente de la casa. 
De caídas en desgracia también sabe mucho Galliano, quizá uno de los últimos genios creativos con cuya retirada (forzosa) dijimos adiós a la moda como espectáculo. Aunque -hasta donde yo sé- de esto no tiene la culpa Salma (ni su marido) no podíamos dejarle fuera. 
Pero el matrimonio Pinault tiene bastante con lo suyo. La última desventura en la casa, la gota que colma el vaso: Ghesquière abandona Balenciaga para que (agárrense a sus asientos) el subvencionado al Vogue de Anna WintourAlexander Wang– se haga con las riendas de la firma que ya sólo tiene de español el nombre. ¿Y qué podemos esperar? Pues –deseando equivocarme- hordas de it bags, it shoes e it bragas, acompañados de eso que la industria de la moda sabe preparar tan bien, un fabuloso envoltorio. Ahora sólo cabe ansiar que el paquetito no sea como los que por estas fechas se venden en la Plaza Mayor anunciando sorpresas que se evaporan al rasgar el papel. 
Coco Rocha imagen de Balenciaga FW 2006, una colección para el recuerdo. Una lección de maestría de Ghesquière que hilvana el legado de Balenciaga con el siglo XXI. 
A la espera de que Miuccia anuncie que se retira a una isla desierta en el Pacífico (o similar) para proclamar el fin del mundo, éste es el panorama desolador que nos presenta el mundo de la moda. ¿Cómo no ser pesimista?, parece que los mayas no andaban nada desencaminados y que el nuevo orden mundial (fashionísticamente hablando), que empezó a gestarse cuando Bernard Arnault fusionó Louis Vuitton y Moët Hennessy, se asienta convirtiéndose en el único motor y razón de ser. 
En esta nueva era el genio creativo al más puro estilo Galliano ha desaparecido, dando paso a un personaje que jamás despega los pies de la tierra y que es plenamente consciente del número de bolsos facturados en cada momento. Revisiones, inspiraciones en los archivos de cada respectiva maison (luego dirán de Zara) y vueltas y vueltas sobre ideas que, sin embargo, no avanzan hacia delante. 
La pasión atormentada de McQueen deja paso a un nuevo tipo de diseñador sosegado, la teatralidad de Galliano a silencios reposados y la genialidad de Ghesquière a legiones de it girls que se bastan para crear iconos. 
Y mientras, Salma paseándose. Pobre Salma… 
  

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