Dior, En La Otra Orilla

La gente ha dicho que la colección de pret a porter de Dior ha sido una colección de crucero. Tienen rázón. Galliano ha cedido terreno a la creatividad por la comercialidad, quizás no está tan inspirado, quizás ya no tiene que demostrar nada (no como cuando llegó a la casa Dior) o quizás esté cansado de ser tachado de efectista o de que Bernardt Arnault le abronque y le justifique diciendo que “no le entienden”.

Ésta es la colección del verano. El crucero -como todo el mundo sabe- era para las mujeres ricas, muy ricas que querían ropa nueva y todo aquel jaleo. Se iban en Navidad al Caribe, en Pascua a Amalfi, en verano a París o a Niza y en invierno a Aspen. Pero, yo veo a una mezcla de Wallis Simpson y los años que tanto le gustan a Galliano, los 40s y los 50s.

 La Duquesa de Windsord vivía en el culo del mundo -algunos decían que en aquellas islas perdidas de la mano de Dios aprendió las artes amatorias con las que volvió loco al Duque de Windsord- y ya estaba casada. No era la más bella pero siempre iba mejor vestida que el resto porque no tenía más remedio.

A Galliano le interesan las nuevas zonas erógenas: la espalda, por ejemplo. Porque es una colección sutil. Me recuerda un poco a Dita Von Teese, el aire de sofisticación y de sensualidad de una bailarina exótica, el traje, la picardía, los tacones altos de esclava sumisa, la actitud de señorita cándida y la perversión.

Esto no es Los Hamptons y aquí todo el mundo está fuera de casa. Los niños y el amor se fabrican entre el silbido de las balas, los uniformes, el me voy a ir a la guerra, nena y los vestidos de colores de la Polinesia, de Hawaii y del verano de nuestra juventud.

No es una gran colección, no lo es y punto. Galliano combina como nadie el naranja y el oro, la chica de buena familia que ayuda a su patria y por la noche baila el twist y el charlestón o lo que toque, jazz a ser posible, y ama a un marinero al que quizá nunca vuelva a ver.

Pero a veces hay que vivir deprisa. Y morir joven.

Porque lo que importa de vestido, es quién te lo quita.


Bueno, ¿quieres pasar un buen rato, marinero?

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