DÓNDE ESTÁ HERODES CUÁNDO SE LE NECESITA, EH???


No comprendo por qué Herodes no resucita.



En serio, lo digo de verdad. A ver, es que en la Biblia resucita todo dios –nunca mejor dicho- para repartir luego justicia a diestro y siniestro. Pero a Herodes nadie le ha dejado levantarse para cumplir con su misión, y creedme cuando os digo que debe estar retorciéndose en su tumba, gritando como un poseso y arañando la tierra, vamos que sí…
Y vaya por delante que a priori los niños –los de los demás- me encantan. Tan gracioso, tan divertidos, tan ocurrentes, tan… jodidamente ruidosos!!!
Comprendedme, no es que sea una psicópata en potencia –bueno, no del todo-, pero es que llevo una temporada que parece que el karma se empeña en convencerme de que algún tipo de fuerza superior trabaja a destajo día y noche sólo y exclusivamente para que a mi me de un hari cada vez que veo un niño menor de 5 años, dotándole, o bien de unos pulmones sobrehumanos, o bien de un instrumento de tortura en forma de juguete hiperruidoso.
Todo comenzó hace unas semanas. Mi hermana me había pedido un pequeño favor, quería que llevara a la redacción de un periódico un álbum de fotos concreto, para un reportaje, así que pasé por casa de mis padres a recogerlo. Con la tonteríaa se me hizo tarde: ya no me daba tiempo a acercarme a casa a comer, pero todavía quedaba media hora para mi cita con el periodista, así que pensé que estaría bien acercarme a un centro comercial cercano y comer algo ligero.
Me senté en la cafetería y pedí un sándwich mixto y una coca-cola… y antes de que el camarero me trajese mi pedido, una mujer entró en el local. Empujaba un carrito de bebé y llevaba en brazos a un infante que lloraba como si el planeta fuese a explotar en unos minutos… parecía tan desconsolada la criatura que su llanto angustiaba… angustiaba de verdad.
La señora se sentó justo a mi lado, y acto seguido pidió un café con leche… yo trataba de concentrarme en el sandiwuch, pero aquel bebé no paraba de llorar pegadito a mi oreja, y su madre lo arrullaba sin parar… y sin resultado alguno. La buena mujer sorbía poco a poco el café, y el bebé lloraba, lloraba, lloraba…
Aún me quedaba un trocito de sándwich, pero la verdad es que preferí pedir la cuenta, porque las pocas neuronas que me quedaban estaban empezando a fallarme, y no me apetecía demasiado perder los papeles, así que, con aquel llanto impenitente en mis oídos llamé al camarero… y fue precisamente en ese momento cuando la mujer, al verme, se giró y preguntó.
“Perdona, ¿te vas a quedar mucho tiempo?… es que verte con esa cara de angustia me está poniendo nerviosa”
Os juro… os juro que la habría matado. Su bebé llevaba media hora destrozándome los nervios y la poca calma que me quedaban, pero ella era la angustiada. Me marché, entre estupefacta y sorda, y creí que sería un caso aislado, hasta que…
Hasta que este sábado tuve que ir a Compostela por trabajo. Es año santo, por si alguien no lo sabe, y las calles están rebosantes de turistas de todo tipo y condición. Militares, viejos, pandillas de adolescentes, monjas… y de todos ellos, de todos los visitantes del día, me tuve que ir a sentar justo al lado de la peor.
Compostela es un hervidero de chuminadas turísticas. Hay catedrales en miniatura, azabachería variada, brujas de plástico, tazas tazones y cuncas de vino, camisetas… pero el peor invento del hombre en cuanto a imaginería turística se refiere es allí el rey. Estoy hablando, por supuesto, de la gaita de juguete.
La gaita de juguete es un instrumento demoníaco destinado a taladrar el cerebro de los seres humanos por vía auditiva, gracias a su sonido entre chillón y enervante, que te deja sordo y de paso tarado para toda la vida. Y era, además, el juguete elegido por mi vecinita de mesa, una niña de unos 6 años a la que por poco ahorco con e fol de la gaita.
La niña venga a soplar… sopla que sopla, pita que pita… y la madre venga a decirle “para mujer, para un poco”… pero ella no paraba, ni un poco ni mucho… tengo ese sonido infernal grabado a fuego en el tímpano, os lo juro.
Escapé como pude de Compostela, con Eels a todo trapo por la autopista para evitar que ese sonido se reprodujese en mi subconsciente, y al llegar a Coruña quedé para tomar una caña con S.
Me senté en la terraza elegida, pedí una caña… y con ella m trajeron una niña de dos años que montó una perrencha descomunal porque… pues sencillamente porque sí… sus padres la miraban estupefactos, no sabían que hacer. Acabaron tan alucinados que decidieron cargar a la criatura en la sillita y abandonar el lugar. Supongo que temían que el resto de los clientes nos lanzásemos sobre la niña para descuartizarla… normal.
Total, que cuando S. llegó le conté cómo, en las últimas semanas, había descubierto que el instrumento de tortura más terrible que he padecido es un niño, y, descojonado de la risa, aseguró que el problema era mío “porque te sientas siempre al lado de gente rara”.
Yo me niego a creer su tesis, y por eso escribo este post, segura de que recabaré apoyos. Decidme que vosotros también habéis padecido este mal, o os juro que empezaré a convocar aquelarres para resucitar a Herodes… y a mi lado parecerá Gandhi, os lo advierto!
SUENA EN MI I-POD: “Mr E´s Beautifull Blues” es mi tema favorito de Eels. Está en su disco “Daisies of the galaxy”, que me grabó mi amigo A. Hace ya casi una década, y que he recuperado hace poco gracias a que mi coche sólo reproduce cds (bueno, ahora también mi I-pod, porque la tecnología avanza que es una barbaridad, oye)


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