LAS CUARENTONAS ESTUPENDAS

Todas sabéis de quién os estoy hablando: de esas mujeres de edad indefinida (visten como adolescentes pero sus ligeras patas de gallo las delatan, vamos a suponer que son cuarentonas) que siempre van divinas de la muerte: melena larga y lisa, bronceado permanente los 365 días del año, altísimas, delgadísimas, con un buen pectoral (generalmente operado) e impecablemente vestidas con ropa ajustada: pitillos, taconazo, y camisetas, chaquetas de Belstaff, camisas o lo que sea, pero siempre a punto de reventar. Los bolsos siempre de marca bien visible: Gucci, el Neverfull de Louis Vuitton o Tous entre las menos pudientes. La joyería llamativa y “que se oiga“, pulseras que chocan entre sí todo el rato, colgantes con los que te podrían asesinar de un golpe, pendientes, gafas de sol con logo haga sol o no y la manicura siempre impecable.
Te sientas al lado de ellas en la consulta del dentista y te hacen sentir miserable: tu pelo es un desastre, del maquillaje que te pusiste a las 8 de la mañana seguro que no queda ya nada, tu ropa esta arrugada, los tacones te están matando y aunque intentas estirarte y sentarte con la espalda recta cuando las ves a ellas, nunca consigues esa posición tan perfecta que logran las cuarentonas estupendas de manera tan natural. Y encima, tienen ese pedazo de bolso objeto de tus deseos (¿podrás robárselo sin que se den cuenta?).
Ellas son perfectas: nunca tienen brillos en la cara, su pelo no tiene canas ni raíces, nunca tienen espinillas, jamás hay una sombra de ojeras en su rostro, sus hijos también son perfectos, y su marido, bueno, no suele ser perfecto, pero su cuenta corriente seguro que sí lo es (ellos suelen llevar el pelo engominado, la camisa con su nombre bordado, por sí se les olvida como se llaman, náuticos, traje hecho a medida y la blackberry perpétuamente funcionando).
No suelen trabajar, su trabajo es seguir estando estupendas para siempre: gimnasio, yoga, pilates, golf, paddle, tratamientos estéticos, masajes, rayos UVA, peluquería, etc. Si trabajan, es en la tienda de ropa o de muebles que les ha pagado el marido, o son relaciones públicas, o decoradoras de interiores, todo muy fino y muy chachi piruli.
Pd. Sí, lo habéis adivinado, las odio porque yo no he sido capaz de entrar en su talla 36 ni cuando tenía 20 años.

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