Los 30 Años

Supongo que es una edad extremadamente complicada. Uno no es de los jóvenes ni de los mayores. Es ridículo vestirse como una jovencita y pedante, terriblemente desolador, como una señora aseñoreada. Ni Chanel le sirve a uno porque hay dos Chanel que, paradójicamente, son los dos públicos que el sector –fashion– acoge. Uno, el que hay que ser suficientemente joven para llevar. Leáse jovencitas de cuna bien que aspiran a ser niñas mal y que, incluso, introducen palabras cockney en su inglés británico de toda la vida. Y otro, el que hay que ser suficientemente mayor -y/o respetable- para querer vestir.

El punto medio, esa virtud entre dos vicios. No existe. Pero debería existir. Lo que nos devuelve a mis niñas de 30 años. Esas que, superada la veintena que une novio sí-novio no con alcohol y pintalabios de color rosa se encuentran, desamparadas, ante la boda -inevitable- el futuro niño -prácticamente inevitable (con aspiraciones a embarazada estilosa)– y el futuro por delante. Ése que exige más dos piezas que vestiditos sobre pantalones y botas planas de ciertopelo.

Es entonces cuando “mis amigas” pasan de quedar a las diez a las siete. O a las nueve. Siete café. Nueve cena. Las cenas inevitables de estreno casa-Ikea y las sonrisas falsas. Ser una devoradora de hombres tiene su gracia a los 23 cuando coleccionas príncipes a los pies de tu cama pero a los 33 con un niño en camino, una hipoteca y una bonita vida burguesa es dificil querer seguir siéndolo.

Supongo que no es renegar sino evolucionar. Eso que hace todo el mundo –sigh-. O su versión rápida. De cualquier forma, en algun momento, la generación que hoy tiene treinta años está un tanto desarraigada. Fue la primera que sobrevivió a los ochenta y por tanto a toda la nueva sociedad post-postmoderna y que no están ni en la moral tradicional ni en la moral amoral muy moral actual.

Hay dos ramas. No íntegra y poco íntegra supongo. Por un lado tienen hipoteca, son la clase media y viven entre toques de lujo: perfume de Dior, bolso de CH y ordenador última generación. Por otro, se ponen leggings rotos, ahora llevan shorts, compran Wayfarers -de colores, falsas, auténticas- y tienen fotologs. Pero se declaran más bien izquierdistas que de derechas e Ikea convive con la decoración oriental. Leen las últimas novedades, van al cine y probablemente se divorcien.

Particularmente -debo no inmiscuirme personalmente en mis posts (que luego me echan cuarenta años)- me parece que un divorcio queda bien en el currículum. (Sé que si alguien no pensaba que era gilipollas, lo piensa ahora y… me da igual.) -Sigh- Pero a mis niños les aterra la idea del divorcio. Por un lado conviven con ella, la causa de los divorcios son los matrimonios por lo que, si tanto lo temen, podrían no casarse y punto. Por otro, saben que la mayoría de divorciados varones se vuelven a casar y “mis” “chicas” se quedan en aspirantes a chicas eternamente.

Si el grupo de casadas es particularmente divertido. El segundo es aún mucho mejor. Al primero pertenecen las señoritas con americanas y shorts en primavera y container de piel de Bimba y Lola con sandalias de Fosco, o Adolfo Domínguez si se tercia. Al segundo, una mezcla entre Voguette sin influencias e idiota pasajera.

Parecen jóvenes. Parecen divertidas. Parecen muchas cosas que no son.

Aunque, mis niñas de treinta años pueden estar contentas. Phoebe Philo ha vuelto y ha vuelto apra atender/satisfacer los deseos -fashion- del grupo del 3.

Aunque no sé si las falta coraje o estupidez para pagar 15.000$ por un bolso.

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