Deliciosas

Sigo con las parisinas deliciosas. Primero Azzaro y ahora Giambattista Valli. Torre Eiffel. Primeras citas. Tabla de queso. Carrito de postres. Collar de perlas. Paradita en Chaumet, exhalación, contemplación extasiada de los diamantes -diamantones- y más piedras preciosas, anhelo de ser Holly Golightly o, al menos, de vestir de Givenchy y deseos de encontar un amor que pare el corazón como el tiempo se paró en la eterna París y sobrecoja como la gran ciudad del amor, de la luz y de los placeres.

Paseitos en Paris. Amores de verano -o invierno- o de temporada engarzando galanes y canallas a partes iguales y placeres frívolos, menudos pero encantadores como tres docenas de ostras regadas en champagne y caviar en cucharilla de nácar y tres semanas de ayuno al estilo cartujo -aka pan y agua-.

Pero como con ilusión todo propósito es grande uno se plantea si vale más ser señora de Dior y Chanel triste y embotada que no aprecia lo que valen más que porque merecen tener nombre por valer más de diezmildolares o señorita jodidaperocontenta que sueña con decorar su dedo con un buen pedrusco, su hombro con un buen Birkin de Hermés, su corazón con calor humano y su rostro con sonrisa en rojo Chanel.

Y es que mis tímidas jovencitas sueñan con ser mujeres…

… y mientras, corretean por el mundo envueltas en color rosa, quizás así lo vean todo de ese bonito y delicioso color.

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