Mármol De Carne, Hueso Y Seda

Las mujeres de Chanel son ninfas irreales. Pertenecen a otro plano, a otro ámbito, a otro espacio y a otro tiempo que se antoja irreal a los mortales. Emparentadas quizás con las Venus impúdicas de Praxíteles respiran esa sensualidad delicada, esa placidez mórbida, esa belleza serena y delicada que, poco tiene que ver con la divinidad, pero que es, irremediablemente, olímpica. O, quizás con las deliciosas ninfas prerrafaelitas que departían bajo veladuras de seda y rimaban con Safo.

Se antojan de otro mundo. Quizás ahí reside su atractivo. Totalmente trascendentes y, al mismo tiempo gélidamente mortales, insufriblemente frágiles casi vulnerables. Damas con una coraza de cristal.

Ángeles de la guardia que custodian el destino de los mortales cada década de la historia. Mirando, desde arriba, abajo y ambos lados. Cruzando como desconocidos al mismo tiempo que los otros hombres. Contemplando cómo gira el mundo y el tiempo pasa.

Peinando sus cabellos en el mismo lago dónde Narciso ahogó sus amores, bajo la montaña por la que Sísifo rodaba, contemplando el mismo cielo que ícaro cruzó con sus alas de cera, bajo el mismo sol que amaneció al principio de los tiempos, con la luna de fondo que construyó Semele.

Paseando entre lo que queda de los laureles aquellos de las metamorfosis, cantando entre sátiros y musas, bailando con la Gracia y la Belleza, nadando en las espumas de Afrodita, acompañada de Diana y Artemisa, custodiada por Hares, deseando no encontrarse con Hel por el Nifltheim.

Charlando con Freya, aquella de las manzanas de oro y el Asgaard de las tierras frias como el hielo. Conectada con el reverdecer del fresno del mundo, girando las vueltas del tiempo que da Cronos.

Sin saber qué parte es principio y qué parte es final. Ella es inmemorial.

Como sus hermanas las valquirias que deambulan por el Valhalla esperando, con hidromiel, la batalla del fin de los tiempos bajo la atenta mirada de Odín.

Mientras ven erigirse y caer imperios. Considerando las preocupaciones de los mortales curiosos devaneos que da el disfrutar de tanto tiempo. Caminando con paso seguro en las líneas del destino que un día tejieron las nornas con hilo de seda.

Mientras los mortales mueren y su sangre mancha sus vestidos. Protegidos y castigados, quizás reencarnados pero siempre elegidos y controlados por ella y su familia. Por ellas.

Hermosas criaturas sacadas de las leyendas más antiguas. Aquellas tejidas con hebras de realidad y fantasía. Aquellas que compartieron monte con los dioses y los humanos.

Aquellas que vieron a Prometeo entregar el secreto del fuego.

Quizás hermanas de las cariátides que contemplan la colina de los dioses, ahora ya petrificadas.

Testigos de lo que un día fue, es y volverá a ser sin que seamos conscientes.

Quizás…

Information About Article