Tras La Margarita

Armani lo avisó: vuelven los setenta. Cuando el mundo aún no giraba tan rápido como en los ochenta sumido en la vorágine de perdición y diversión a partes iguales de Studio 54 y de la cocaína y el sexo.

Se llevan las mujeres estilosas sin forzar. Jackie Kennedy ya no está en la cúspide de la ola sino la nueva Jackie O. que es mucho más chic. No es la más bella del baile y, sin embargo, sabe lucir como nadie un pañuelito aquí y allá y convertir esos pantalones beige en Esos Pantalones Beige. ¿Nos entendemos?


Ya no se trata de ser perfecta como en los 50s, ser joven como e los 60s o ser rico y el mejor como en los futuros 80s. El devenir de los 70s es aún divertido y alocado, juvenil, poco consumista, trasnochador, musical, sexy y poderoso, respetuoso y con valores como en los 60s. Sigue amando la belleza ligera pero al mismo tiempo tampoco reniega de una cierta artificiosidad.


Entiéndanos. Estas señoras ya son madres pero siguen siendo señoritas. ¿Chanel, negro y cortarse el pelo? Are you kiddin´? La nueva juventud está al alcance de la mano, pisa fuerte, con estilo y con muchas ganas de vivir.


Bien es cierto que ya hemos superado los años de la margarita en los que los cestos de paja eran mejores vistos que el cuero, las orgías estaban mejor vistas que la aburrida monogamia y las drogas y el sexo mejor vistas que la castidad pero ahora, si bien han envejecido aún no son unos yuppies cabrones que desaparecerán del panorama con un mullido colchón dorado tras estafar a unos cuantos con sus fracasos puntocom.


Aún hay algo muy natural.

Aunque falte poco para el baby boom, para veranear en España, para pensar en las suecas, para malcriar a los niños con la consola, para beber Coca Cola, para fantasear con un mundo comunista mientras uno aspira la misma bocanada que huele a decadencia y a esplendor. A fantasía y a multiculturalidad. A hierba y a lycra quemada de sujetador…


Esto no es el Londres de los Beatles pero es el Nueva York de las mujeres guapas. Ya no se trata de quemar sujetadores y Brigitte Bardot vive con Gainsborough que usa zapatitos blancos.
La bella, sin duda, y, ¿la bestia?
El culillo de Bardot es patrimonio nacional e internacional. Y el “libera tu mente y después tu ropa nos sigue gustando”. Hay un bonito verano -o invierno- del amor sin prejuicios donde frivolidad y fruslerías se entremezcla con el fin de lo predeterminado y lo establecido.


Creamos nuevas normas. Cuidado. Nosotros ya no somos nuestros padres. No queremos bailar a Sinatra y beber whisky. No queremos tener ocho hijos y sentarnos en mecedoras. No. Queremos bailar rock, fumar algo de maría de vez en cuando, robar a los poderosos y pagar impuestos. Yeah.

Y camino a Londres contra Vietnam, con olor a LSD, uno aprende a vivir la vida. Sin pausa pero sin prisa.

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